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Correspondencia

Rosa Luxemburg a Mathilde Wurm

Wronke, 28 de diciembre de 1916

Un extracto de esa carta puede escucharse aquí.

¡Mi querida Tilde!

Quiero responderte a la carta de navidad enseguida, mientras todavía arde en mi interior la ira que ha encendido. Sí, tu carta me ha enfurecido, ya que, pese su brevedad, en cada una de sus líneas puedo ver cómo has vuelto a caer bajo el influjo de tu entorno.

Afirmas melancólica que, para mi gusto, a vosotros «os falta arrojo». ¡«Os falta», dices! No es que no seáis «arrojados», es que sois «rastreros». No se trata de una cuestión de grado, sino de esencia. «Vosotros» no pertenecéis ni a mi especie, y nunca antes vuestro carácter gruñón, avinagrado, cobarde y servil me había resultado tan ajeno y tan odioso como ahora.

No tendríais nada en contra del «arrojo», dices, pero por ello una acaba en la cárcel y ahí «de poco sirve». Ay, mercachifles miserables, que estaríais bien dispuestos a poner en venta un poco de «heroísmo», pero solo si «se paga al contado»; que siempre queréis ver un «provecho» sobre el mostrador, aunque solo sean tres peniques mohosos. Y las sencillas palabras de un hombre honrado y sincero: «Aquí estoy yo, no puedo hacer otra cosa, que Dios me ayude», no existen para vosotros.

Es una suerte que hasta ahora la historia universal no la hayan hecho vuestros semejantes; si no, no hubiésemos tenido la Reforma y estaríamos todavía en el Antiguo Régimen.

El mundo es hermoso pese a todo su espanto, y lo sería aún más si no hubiera en él gente endeble y cobarde.

En lo que a mí respecta, aunque nunca fui blanda, en los últimos tiempos me he vuelto dura como el acero pulido y a partir de ahora no pienso hacer la más mínima concesión ni en lo político ni en lo personal. […] Te lo aseguro: ¡prefiero quedarme encerrada durante años, y ya no te digo aquí, donde estoy como en el cielo, sino mejor en el antro de Alexanderplatz donde declamaba a mi Mörike día y noche en una celda de once metros cuadrados sin luz, atrapada entre la letrina sin agua y el catre de hierro, a «luchar» junto a vuestros héroes, si me permites decirlo, o tener algo que ver con vosotros! Prefiero incluso tratar con el conde Westarp; y no porque hablara en el Reichstag de mis «ojos almendrados de terciopelo», sino porque es un hombre.

Traducción y revisión de Beatriu Querol y Laia Miralles para lingua∙trans∙fair

Fuente

Rosa Luxemburg: «Rosa Luxemburg an Mathilde Wurm», en: Gesammelte Briefe, vol. 5, Berlín: Karl Dietz, 1984, p. 150 y ss.